lunes, 31 de octubre de 2011

POEMA DE ROGER GUZMÁN


Roger Guzmán, El Salvador.




EL HIJO DEL HOMBRE




El hijo del hombre anuncia que ha descubierto el antídoto contra los infiernos.
Atraviesa la muralla de los abismos que se expanden al ritmo de los dragones.
Revela el misterio de las lágrimas en sus márgenes interminables,
La fisura del interruptor entre las neuronas y la sangre
Arropada por los crepúsculos de las albas y el silencio.
Predice al bermejo portador de la espada de ojos amarillos,
Al duro espectro de la balanza de la guerra de los cuerpos,
A los náufragos archipiélagos atados por el insomnio,
Por el inmolado pan de las naciones del trueno
De los profetas de cabellos blancos y caminos desmembrados
Que se aferran con más fuerza al hueco de una estrella lejana
Diluida en el despiadado acertijo de las encrucijadas.

La raza de los dioses vencidos viste con cilicio el entrecejo de sus puños.
El impacto de la lluvia fue el que grabó su nombre en mi lóbulo frontal,
El que conspira con constancia sus continuos suicidios
Y pone en nuestros párpados el preludio de las catástrofes,
A pesar de las tijeras que nos unen a la historia
De los atáxicos océanos sumergidos en mis tendones.
Más allá de los huesos y las entrañas,
De la sonrisa y la congoja de un eco desaforado,
Tendido desde las ventanas de la niebla enfurecida
Moradora del temblor del murmullo del invierno
Del sonido de las ciudades de los nombres de la noche.

El dios de este mundo sigue siendo él mismo,
Que fue concebido en el lecho del espíritu santo
Y condenado a ser esclavo del todopoderoso.
Y rompe sus rodillas por una caricia,
Esconde el pan para inmolarse la sangre,
Se masturba, exprime, sangra a puñetazos contra los espejos
Que odian la expresión de su endeble inmensidad.

Un animal y un hombre se desangran mutuamente.
Un niño duerme en la garganta de un astro con alma de animal.
Un mendigo se raja las venas para tejer su manto.
Un animal sin remedio.
Un manto sobrepoblado de manchas amarillentas.

El hijo del hombre ha sido desterrado del mundo de los hombres,
Con la sequía de los heridos con el corazón de las piedras
Que habitan en el desierto de un Neptuno lascerante
Con cada gota de polvo sobre las cruces de tierra
De los poderosos estruendos de la espada y el cañón
Contra las desoladas voces de solitarios pasos,
Cada vez más solos, con una sola inquietud
Despojada y golpeada por la furia del instinto
Nacido del espanto de visiones nocturnas,
Convertido en el goce de caricias iracundas
Entre los habitantes del planeta hundido en el abismo
De los dragones, los infiernos y las cruces
Y el incorregible insomnio de los gritos del trueno
Y la ennegrecida luna de las hojas que caen.